martes, 12 de abril de 2011

RESEÑA DEL CAPITULO III DE LA OBRA “RELATOS DE LA VIOLENCIA”

El libro “Relatos de la violencia, impactos del desplazamiento forzado en la niñez y la juventud” está basado en investigaciones de la universidad Nacional de Colombia y la fundación educativa “Amor”. Además, fue escrito por Martha Bello, trabajadora social de la Universidad Nacional de Colombia; Leonardo Mantilla, Medico de la Universidad del Rosario; Claudia Mosquera, trabajadora social de la Universidad de Cartagena y Edna Camelo, trabajadora social de la Universidad Nacional de Colombia. Por otro lado, quiero sustentar que los efectos de la violencia en Colombia, generan consecuencias psicológicas traumáticas en los niños ya que han sido socializados para sobrevivir en la guerra y han tenido pérdidas abruptas y significativas.  La idea es explicar que las víctimas de la violencia son afectadas de manera particular debido a que viven diferentes situaciones en medio de la pobreza y la violación de sus derechos.
Los niños han vivido y visto la guerra, y de tal manera han sido socializados para sobrevivir en la guerra. Ellos conocen sobre la violencia porque han presenciado todas las escenas terroristas de los grupos armados. Por otro lado, las personas desplazadas viven en medio de la violencia y han tenido que generar estrategias para sobrevivir en la guerra, ya que no solo tienen que estar alerta a los actores armados sino que también a los militares que los obligan a hablar sobre lo que saben de los grupos subversivos, pudiéndoles meter en problemas con ellos. Esta situación también se da en sentido contrario, es decir los guerrilleros y paramilitares también los obligan a hablar de la información que tengan sobre los militares. De esta manera, los campesinos y civiles victimas que viven en medio de la violencia han tenido que mentir, guardar silencio y pensar todos los días lo que dirán si les preguntan por los “otros”. Los autores afirman que: “Para la supervivencia en estas situaciones, se necesita construir visiones particulares de la realidad y aprender a tener en cuenta aspectos como: la desconfianza hacia los demás, una visión diferente de la realidad basada en “el bueno y el malo”, la ausencia de instituciones en situaciones de conflictos y con esto pensar que la justicia se da a mano propia, y finalmente, el uso estratégico de la palabra o del silencio (mentir o callar).” (Páginas 125 y 126). El convivir en medio de la guerra y generar estrategias diariamente para poder sobrevivir hace que ellos ya estén acostumbrados a las acciones atroces que cometen los personajes del conflicto. También, les crea una realidad distinta a la que tienen los que no viven en medio del conflicto.
Adherido a esto, por la convivencia en medio del conflicto, los niños han tenido que vivir situaciones de pérdidas abruptas y significativas. Haciendo referencia no solo a la perdida de personas allegadas sino también a sus pertenencias. Los desplazados, han tenido que abandonar todo lo que han construido y conseguido en su vida, dejando a un lado sus tierras, sus animales, sus seres queridos, sus pertenencias, entre otros. Particularmente, los niños se apegan mucho a estas cosas, pues están en un proceso en donde se genera un vínculo con las cosas que los rodean. Y, cuando se ven forzados a abandonar todo lo que tenían su mundo se distorsiona creando confusiones en sus pensamientos y ocasionando así, problemas psicológicos. Esto se menciona en la pagina 126 y dice: “de sus espacios vitales, esto es, de los lugares en los que han construido sus formas particulares de moverse, de usar el tiempo y, en general, de relacionarse con el entorno. Los animales, los ríos y las plantas son objetos que tienen un significado especial para los niños, con los cuales tejen relaciones y afectos.”
Para concluir, el hecho de vivir en medio de los conflictos armados en un país le genera traumas psicológicos a los niños, pues están en un momento vital en su vida en donde están estableciendo relaciones y vínculos afectivos con su entorno, y solo con tener que ver tantas masacres ya es razón suficiente para crear un desequilibrio emocional y agregarle una situación de desplazamiento, en donde tienen que desligarse de las cosas y las personas con las que han creado una relación, genera un mayor desequilibrio. Es por esto, que en las escuelas, se debe manejar con mucho cuidado estas situaciones; implementar tratamientos psicológicos para los niños; brindarles apoyo a las familias que han sufrido este conflicto para que logren salir adelante y eliminar esas realidades subjetivas que pueden haber creado en su subconsciente. Diferente a esto, para ampliar la información acerca de este tema, se puede ir al siguiente link en donde encontraran mayor información sobre los efectos psicológicos de los desplazados:
Bibliografía:
Universidad Nacional de Colombia y Fundación educativa Amor (2000). Relatos de la violencia, impactos del desplazamiento forzado en la niñez y la juventud. Capitulo III: paginas 119-141. Editorial Unibiblios. Santafé de Bogotá.
Referencia de la biblioteca de la universidad icesi: 307.2 R382

lunes, 11 de abril de 2011

RESEÑA DEL CAPITULO II DE LA OBRA “LOS ESTUDIANTES INVISIBLES”

Escuchar los relatos de las personas desplazadas permite tener una visión más amplia de este problema social. Por añadidura, “los estudiantes invisibles” es un libro realizado a partir de un proyecto llamado “Escuelas que educan y sanan” que busca, aproximarse a la posibilidad de que este problema se pueda pensar pedagógicamente. Además, fue escrito por Ángela Vera Márquez, psicóloga de la Universidad de Ibagué; Francisco Parra Sandoval, licenciado en ciencia de la educación de la universidad Pedagógica Nacional y Rodrigo Parra Sandoval, sociólogo de la Universidad Nacional. En este caso, hablare del capítulo II (pagina 83-119) titulado “Las Historias” en donde se busca, a través de las crónicas de niños, padres y docentes desalojados de sus tierras, proporcionar a la comunidad escolar, recursos para la comprensión de la problemática del desplazamiento forzado en Colombia. Así mismo, partir de estas historias podemos plantear la idea, la perspectiva de la sociedad en común es diferente a la perspectiva de las personas que realmente viven ese dilema. También, escuchar estas narraciones facilita que la sociedad tome mayor consciencia de la realidad que viven los desplazados. La idea aquí, es asociar los relatos presentados en el libro con la realidad que ellos viven y la perspectiva que la sociedad tiene de eso.
La sociedad en común, no ve el problema de los desplazados como lo ven quienes han sido desarraigados de sus pueblos. A veces pensamos que los desplazados llegan a la ciudad y se van a los semáforos solamente a pedir dinero, pensando que detrás de esa “fachada” ellos viven bien y sin tantas necesidades como lo aparentan; creemos que solo hacen eso para ganar dinero fácil, a partir de generar lastima en los demás y que el hecho de haber llegado a la ciudad les abre las puertas a mayores oportunidades. En cierto modo, existen casos que realmente son así, en donde si han recibido ayudas o no son desplazados y así lo hacen parecer. No obstante, no por eso podemos generalizar. Porque realmente no siempre es así,  no todos los desplazados consiguen una mano ayuda, no a todos el gobierno les colabora, y si lo hacen, son muchos los trámites y el tiempo que tienen que esperar para que así sea. Así lo corrobora melisa, una niña de 12 años desplazada del Huila, quien afirma que la situación económica era mejor en su pueblo que donde ahora viven. Encima, su padre ha tenido que formar una junta para ir a pedir ayudas a la Red de Solidaridad. (Página 87) ¿Y mientras tanto qué? ¿Qué hacen? El hecho que existan personas que se aprovechen de este tipo de situaciones no significa que debamos ignorar esta situación, y si en nuestras manos está la posibilidad de ayudar a quienes lo necesitan realmente ¿Por qué no hacerlo?
Tomarse el tiempo de indagar, escuchar o leer sobre las historias de los desplazados, facilita que se tome mayor consciencia de la realidad que ellos viven. Generalmente la población que no se ve afectada por los grupos armados se porta de manera displicente con los que si están siendo afectados por ellos. Por otro lado, en las historias se ve que los niños no son realmente felices en la ciudad, que a pesar de que hay tantas cosas, eso no los hace feliz. Como dice Carlos Andrés, niño de 12 años desplazado del Meta: “de la ciudad casi nada me gusta. Lo que me gusta de acá es la tecnología. Hace como dos meses fui a Acacias a vacaciones y me sentí muy bien. Sentí lo que sentía antes: alegría, que ya no eran siempre los carros, los carros y los carros” (página 97 y 98). Pues, lo material no vale nada cuando la parte humana no lo complementa. Es decir, los niños desplazados pueden encontrar grandes construcciones, tecnologías extraordinarias y muchas ayudas económicas de parte del estado. Pero, eso no aporta felicidad cuando las personas que te rodean te miran con asco, con desprecio, como si no valieras nada y fueras algo distinto de un ser humano. ¿Cómo se puede ser feliz con tantas cosas materiales si ante quienes te rodean no eres visto como una persona normal? Liliana, una niña de 14 años desplazada del Tolima dice: “para mí una persona desplazada es una persona falta de recursos económicos. A una persona desplazada no hay porque discriminarla y rechazarla. Es normal. Es un ser humano común y corriente. Tal vez, de pronto, que no tiene los mismos recursos, las mismas cosas, los mismos materiales. Uno dice desplazado porque se desplaza hacia otro lugar sin nada.” (Página 89). “a mis compañeros les recomiendo que nunca rechacen a un niño desplazado. Eso se siente muy duro” (página 91). Esto muestra una insensibilidad e inconsciencia ante la situación de desplazamiento tenaz. Puesto que, la situación económica no es la que determina si una persona es aseada o no. además, el desplazamiento forzado es algo que le puede suceder a cualquiera y no por esto dejas de ser un ser humano como cualquier otro.
Finalmente, al escuchar a otros podemos llegar a ver un panorama un poco más real de las situaciones, pero en verdad no podemos sentir realmente y conocer totalmente las problemáticas que ellos viven. Me ha conmovido las palabras de todos estos niños y también me genera tristeza ver que se desprecie de esa forma a los desplazados que simplemente son unas victimas más de la violencia en Colombia. Debemos de tomar un poco mas de consciencia y si no vamos a hacer nada para ayudar a las personas que se encuentran en estas situaciones, por lo menos debemos respetar y saber que el hecho de ser víctimas no los hace menos como persona.

Bibliografía:
Vera, Ángela; Parra, Francisco; Parra, Rodrigo; (2008). Los Estudiantes Invisibles. Capítulo II: “las historias” (paginas 83-119). Ibagué, Colombia.